martes, 3 de mayo de 2011

¿MATARON A OSAMA BIN LADEN?

“América puede hacer lo que se proponga. Esa es la historia de nuestro país. Somos una nación, bajo Dios, indivisible con libertad y justicia para todos”, este fue el mensaje fundamentalista del presidente Barack Obama, al anunciar que Osama Bin Laden había sido asesinado por tropas estadounidenses, que actuaron sin previa autorización del gobierno de Pakistán, el país donde realizaron su operación ilegal.


La sigilosa operación, que demandó movilizar helicópteros y tropas, se realizó en la localidad de Abbottabad, a unos 50 km de la capital paquistaní, según explicó el presidente Obama y precisó que había durado 40 minutos y que murieron otras cuatro personas, dos correos de Bin Laden y un hijo del líder fundamentalista.


Obama también había dicho que sus tropas tenían el cadáver, que según los informes registraba un balazo en la cabeza-tiro de gracia- y además se había detenido a dos mujeres y algunos de sus hijos, que por supuesto nadie sabrá donde están, como los detenidos-desaparecidos en Guantánamo o en cualquiera de sus cárceles secretas, que conforman una de las mayores violaciones a los derechos humanos.


Pero esta “mañana medios estadounidenses anunciaron que el cadáver de Bin Laden “fue arrojado al mar, señalando que "la Operación llevada a cabo por un comando especializado, fue planeada y realizada en el más alto secreto y el gobierno paquistaní no fue informado hasta después de que tuviera lugar” (Télam 3 de mayo 2011 y otras agencias).


“El cuerpo del jefe de Al Qaida fue sacado de la residencia en helicóptero y sepultado luego en alta mar, siguiendo los ritos musulmanes, informaron fuentes oficiales estadounidenses”, en un final especial de novela negra.


Las “cuidadosas” tropas de Estados Unidos, especializadas en todo tipo de torturas, que en su momento Bush justificó públicamente, han “sepultado” en el mar a Bin Laden cumpliendo nada menos que un “rito” musulmán. Cualquier simple inspector de policía sospecharía de este final.


El atropello de la legislación internacional en Pakistán es más que evidente y responde a aquel anuncio apocalíptico de George W,Bush en 2001 donde declaraba al mundo unilateralmente la “guerra preventiva, sin final y sin fronteras”, anulando en su perspectiva –que hoy rescata Obama- la soberanía de todos los países del mundo.


Se dijo que Bin Laden resistió el ataque durante una hora antes de ser abatido por las fuerzas de elite estadounidenses y al respecto y según informó la cadena CNN, la “misión del comando era la de matar al líder de Al Qaeda y no la de apresarle”(Télam 2-5-11).


Por su parte la Comisión Europea (CE) consideró que su posición “favorable” a la muerte de Osama Bin Laden por las fuerzas estadounidenses “no contradice los valores y principios de la Unión Europea (UE), que aboga por la libertad, la democracia y el fin de la pena de muerte a escala mundial”.


Y continúa “no es la ejecución de una sentencia a muerte. Seguiremos estando en contra de la pena de muerte en el futuro", como declaró la portavoz comunitaria, Pia Ahrenkelde, al ser interrogada al respecto en rueda de prensa, según un cable de la agencia mexicana Notimex (2-5-11).


Pero por supuesto, alineada casi podría decirse colonizadamente con Washington, la CE remataba que "sin duda, su muerte está dentro del contexto de los esfuerzos globales para erradicar el terrorismo" y su vocera consideró que esto "hace que el mundo en el que vivimos sea más seguro aunque no implica el fin del terrorismo”.


Se le olvidó mencionar también que en otro lugar llamado Libia, se había matado a un hijo y a los nietos de un gobernante y a centenares de personas, mediante bombardeos absolutamente ilegales, porque la misión de la ONU, también ilegal porque se tomó sin esperar los informes de situación y sin analizar la presencia de extranjeros en territorio libio, era “la exclusión aérea” para evitar bombardeos que dañaran a la población civil.


Me atrevería a asegurar que nadie sabe a ciencia cierta que el cadáver con un disparo en la cabeza que deforma los rasgos hasta puntos irreconocibles sea el de Bin Laden. Y si lo arrojaron al mar será imposible saberlo.


Como nos han mentido en forma constante, incluso con la verdadera génesis del derrumbe de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, tenemos todo el derecho a ponerlo en duda aunque Washington diga que el ADN certificó que es Bin Laden.


Se mintió descaradamente para invadir y ocupar Irak, se mintió de la misma manera sobre la supuesta gran rebelión popular contra Muammar El Khadafi en Libia, ya que luego por propia confesión de Obama y de acuerdo a The New York Times, agentes de la CIA fueron desplegados a fines de 2010 en Libia “para contactar a los (presuntos) rebeldes y guiar los ataques de la coalición” (30-3-11).


De acuerdo al periódico “los miembros de la central de inteligencia estadounidense habrían sido desplegados desde hace varias semanas “en pequeños grupos” en tierras libias, con la misión de establecer “contacto” con los rebeldes y determinar “blancos” de las operaciones militares. “Decenas de miembros de las fuerzas especiales británicas y de agentes de espionaje MI6 trabajan en Libia”, dice el periódico, recogiendo información sobre las posiciones y movimientos de las fuerzas leales a Gaddafi”.


Añade que “los empleados de la CIA son un número no conocido de funcionarios estadounidenses del servicio secreto que ya trabajaban en Trípoli o llegaron recientemente” cita un artículo de Patria Grande tomando la fuente de The New York Times ( Socialista@yahoogroups.com, 3 de marzo de 2011).


La novela negra de la “guerra antiterrorista” cuyo mando está en las manos de los mayores terroristas que conozca la humanidad, sin frenos, sin respeto a ninguno de los derechos establecidos, que acabaron con la credibilidad que alguna vez tuvieron las Naciones Unidas, a la vez que perpetraron con argumentos falsos el primer genocidio del Siglo XXI-más de un millón de muertos en condiciones atroces en Irak y Afganistán que nadie juzga- sigue creciendo cada día.


Nunca tan similar esta doctrina del imperio a las “fronteras seguras” por medio de las cuáles Adolfo Hitler amenazaba a una buena parte del mundo, desconociendo soberanías y derechos internacionales.


Nuevamente estamos ante una enorme operación publicitaria de Washington en la que Estados Unidos intenta lograr que la atención pública se despegue de su brutal y reciente operación en Libia, matando niños.


Para esto nada mejor que una puesta en escena, similar a las que lograba Hitler en pleno auge del nazismo, cuando convocaba al pueblo alemán, sometido a la siniestra desinformación, planeada como un arma de dominación y paralización de esa población, por Joseph Goebbels, hoy multiplicado por miles y miles de sus imitadores que lo han superado largamente de la mano de la dictadura global de la desinformación.


Por supuesto en el anuncio con bombos y platillos de que finalmente después de 10 años mataron a Bin Laden, no recordaron que este había sido- y nadie sabe si seguía siéndolo- un hombre ligado a la CIA, quien bajo ese comando creó a los llamados “talibanes” de Al Qaeda, para combatir con guerrillas apoyadas por Estados Unidos a los soviéticos en Afganistán, en tiempos de la Guerra Fría.


Bin Laden y su familia fueron socios de grandes negocios de la familia Bush, y esta historia fue magníficamente contada por el cineasta estadounidense Michael Moore.


La incógnita sobre la verdad de estos hechos nos acompañará siempre o algún tiempo, el suficiente como para que ya sea un hecho consumado la invasión de todos los países que decida ocupar el imperio bajo el mandato de que “América puede hacer lo que se proponga” aunque sea acabar con la humanidad.



Calloni, Stella. “¿Mataron a Osama Bin Laden?” en La Jornada, México, 3 de mayo de 2011, http://www.jornada.unam.mx/2011/05/03/index.php?section

martes, 26 de abril de 2011

CAMBIAR A LOS MEXICANOS POR DENTRO

Cada una de las reflexiones que podemos hacer sobre la realidad mexicana desemboca, de marea inexorable, en los callejones sin salida de los grandes problemas nacionales. Ahí está el debate sobre la pobreza, por ejemplo, recordado ayer por Héctor Aguilar Camín en su columna: los programas sociales de papá Gobierno, tan necesarísimos como son, no pueden acabar con la miseria de millones de mexicanos. Sin duda, su naturaleza asistencial no propicia soluciones de fondo. Lo mismo puede decirse, en lo que toca a las limitaciones de las políticas públicas, de otros temas como la educación, la seguridad, la salud y el empleo. El peso de las usanzas, los vicios, las costumbres y las prácticas heredadas es colosal.


Podemos atribuir la persistente existencia de la desigualdad al diseño de un sistema “neoliberal” —gestionado por los ricos y los poderosos— que se desentiende de los pobres. El problema es cuando vas al encuentro, justamente, de un individuo marcado, desde la cuna, por las durezas de la miseria. ¿Quién es? ¿Cómo es? Y, una vez entendidas estas cuestiones, si es que te quedan meridianamente claras, te puedes plantear la gran pregunta que, por cierto, no sería ¿qué podemos hacer por él?, sino ¿qué puede hacer él mismo?


No quiero parecer uno de esos merolicos del optimismo y la autopromoción que intentan responsabilizarnos a todos y cada uno de nosotros de nuestros destinos como si esto, lo de abrirse camino en la vida, fuera un mero asunto de tener entusiasmo, fuerza de voluntad y arrestos. Después de todo, hay gente que no tiene armas para luchar porque nunca le han dado oportunidades de tenerlas. Y, precisamente, muchos pobres no tienen ni la energía ni la educación ni la visión para hacerse cargo de ellos mismos (lo que, dicho sea de paso, es pretexto para el ejercicio de oscuros paternalismos y manipulaciones). No podemos, sin embargo, dejar de reconocer la realidad de que estos individuos ya tienen una tremenda desventaja. ¿Cómo los ayudas? O, dicho en otras palabras y de manera más cruda, ¿cómo los cambias?



Revueltas Retes, Román. “Cambiar a los mexicanos por dentro” en Milenio, 13 de abril de 2011, consultado el 24 de abril de 2011, http://impreso.milenio.com

martes, 12 de abril de 2011

VALORES ¿EN LA SEP?

Nadie como Javier Sicilia ha criticado tan severamente a los políticos y a los criminales de este país; en su carta abierta señala: “Estamos hasta la madre de ustedes, políticos (y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes…), porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno (…) De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido. Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar.”

El poeta relaciona la violencia con la falta de oportunidades educativas, entre otras cosas. Porque es muy lamentable que el desprecio por la educación haya llegado a excluir a la mitad de nuestros jóvenes (al cumplir los 15 años) y que ampliar la matrícula educativa no sea prioridad en el presupuesto. Tampoco lo son otras cosas elementales, como llevar agua potable a las escuelas (20 por ciento de las escuelas no cuentan con el preciado líquido), reparar el mobiliario escolar (16.7 por ciento de las bancas están deterioradas) o la higiene en los baños (29.6 por ciento).

Las prioridades de la SEP son otras: celebrar ostentosamente el bicentenario de la Independencia, regular engañosamente la distribución de alimentos chatarra en las escuelas, promover las telenovelas como recurso educativo o conmemorar con reuniones internacionales los 90 años de la SEP. Esta semana se realizó el Encuentro Educación y Valores para la Convivencia del Siglo XXI. Me parece oportuno analizar ¿cómo puede la escuela contribuir a la convivencia y reducir la violencia? El secretario de Educación no está de acuerdo con el poeta y periodista que perdió a su hijo; por el contrario, Alonso Lujambio rechazó que la pobreza conduzca a algunos grupos sociales a asociarse con el crimen organizado, pues “se trata de una decisión “moral” basada en condiciones de libertad: nosotros queremos que los jóvenes rechacen esas opciones”. Yo comparto con Sicilia, y me pesa mucho, que la pobreza sea un factor crucial ligado a la violencia. Ciertamente no es el único, así que también comparto con Lujambio la necesidad de formar valores de convivencia y ejercicio de la libertad en la escuela.

Pero el discurso del Secretario pasó a convertirse en un peligroso síntoma de simulación, cuando invita a Álvaro Uribe, nada menos que ex presidente de Colombia, para dar una conferencia magistral. ¿Acaso es el modelo a seguir de Lujambio? Espero que no, porque se trata de un presidente colocado por las fuerzas paramilitares y por los narcos de ese país, quien autorizó la instalación de bases militares de Estados Unidos en su territorio, quien además está acusado de múltiples asesinatos de jóvenes. Fue un mandatario que consideraba más peligrosas las drogas que las armas, que valoraba como inaceptable legalizar las drogas pero no regular el armamentismo, quien no hablaba de la pobreza ni de la falta de oportunidades como disparadores de la delincuencia. Uribe advirtió que si en las familias falla la formación de valores seguirá creciendo el crimen organizado y propone que ante la violencia, es la familia la institución que puede hacer el cambio, posición que compartió Margarita Zavala, participante de su mesa. Yo me pregunto, ¿cómo cambiar a las familias de los criminales?, ¿cómo podrán formar nuevos valores quienes han reclutado a los sicarios? Esos que, en palabras de Sicilia, han perdido la dignidad para matar. ¿Es en ellos en quienes quieren fincar la superación de la violencia?

En estos días salimos a tomar las calles muchos que, afortunadamente, no hemos tenido que ver el cuerpo destrozado de nuestro hijo. Algunas consignas de los jóvenes: “Violencia con violencia, también es delincuencia”, “No más sangre porque los estudiantes seremos trabajadores”, “La guerra de Calderón es el holocausto de los jóvenes”, “Fuera Calderón”, “Los asesinos están en Los Pinos... y en el Senado, y en la cancillería”, “Por nuestros hijos, por nuestros cuerpos”, “Estamos hasta la madre: Túnez, Egipto, Yemen y… México”, “Regulemos las drogas, Prohibición=Guerra”. Fuimos llamados por Javier Sicilia para intentar devolverle la dignidad a la nación, él nos sacó por un momento del shock, de la paralización sicológica en que nos encontramos todos después de más de 40 mil muertes. Como diría Noami Klein (The shock doctrine: the rise of disaster capitalism, Knopf, Canadá, 2007), la guerra del Estado contra el narcotráfico ha llevado a conmocionarnos y a doblegarnos, a colocarnos en un estado de shock ideal para ablandarnos, para que nos puedan imponer políticas y alistarnos, antes de que recobremos el equilibrio.


Rodríguez, Gabriela. “Valores ¿en la SEP?" en La Jornada, viernes 8 de abril de 2011, consultado el 12 de abril de 2011, http://www.jornada.unam.mx/2011/04/08

martes, 5 de abril de 2011

LA PARADOJA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

La semana pasada, la Universidad Iberoamericana convocó a distintos especialistas a discutir el tema de la libertad de expresión en nuestro país. Fue un ejercicio interesante porque no partía ni del deber ser, ni de los manuales académicos, sino de una amplia encuesta que refleja de manera muy precisa la forma en que los mexicanos nos relacionamos con la libertad de expresión.

Un porcentaje considerable de compatriotas aprecia el ejercicio de la libertad para criticar al gobierno (38%), pero un porcentaje nada despreciable considera que al gobierno sólo se le debe criticar en determinadas circunstancias (35%) y otro más que de manera directa considera que al gobierno no se le debe criticar (¡23%!). Vaya usted a saber cuáles son las circunstancias que cada cual considera apropiadas para ejercer esta crítica. Y qué motiva a ese grupo al que le parece que no se debería criticar al gobierno y a otras instituciones, como el ejército, en ninguna circunstancia. Es importante detenernos en este punto y preguntarnos por qué un segmento tan amplio tiene esta especie de lealtad con el gobierno como para asumir como propio el paradigma de la crítica cero. Se me ocurren muchas hipótesis para explicar esto, pero compartiré con usted, amable lector, sólo dos.

La primera es que en nuestro país existe todavía un porcentaje importante de personas que consideran que su vida depende en gran medida de lo que haga o deje de hacer el gobierno. Para muchos mexicanos, la acción gubernamental puede ser la fuente de beneficios tangibles o simbólicos que van desde una despensa hasta le pago de una pensión. Para estos ciudadanos el gobierno, más que una instancia que administra y genera bienes públicos, es una fuente potencial para capturar rentas. Es comprensible, por tanto, que más que gobernados se sientan en mayor o menor medida socios del gobierno y por tanto propendan a recibir negativamente las críticas que se formulan al mismo. En los tres partidos políticos grandes existe un segmento de militantes que comulga con estos valores. Una segunda hipótesis que me parece más cercana a la realidad es aquella que algunos autores (Andsanger, Wyatt y Martin) sugieren que en sociedades como la mexicana la libertad de expresión tiende a desarrollarse de manera segmentada. Dicho de otra manera, la libertad de expresión y la crítica la gobierno o a otras instancias es valorada si coincide con sus percepciones y preferencias. En cambio, ese mismo aprecio por la libertad cambia si se formulan críticas a instituciones o incluso corrientes ideológicas con las que uno simpatiza. Si llevamos al extremo el argumento podríamos decir que el lema de ese grupo de ciudadanos es: “que la libertad está muy bien mientras se use para decir aquello que confirma mis creencias o mis preferencias.”

Esta relativización de la libertad claramente reflejada en la encuesta aludida nos permite ubicar un segmento importante del electorado priísta que se dice muy respetuoso de la libertad, siempre y cuando ésta se ejerza sin tocar determinadas figuras o instituciones. Pero nuestra derecha y nuestra izquierda cargan también en sus genes con importantes dosis de cultura autoritaria que convive perfectamente con esta relativización de la libertad de expresión. Así, por ejemplo, la derecha cimarrona aprecia mucho que se critique al populismo de izquierda e incluso las a las universidades públicas, pero se alarma cada vez que la libertad es usada por grupos como los homosexuales que piden que se les reconozca sus derechos. Se ha escuchado expresiones como. “La libertad de expresión está muy bien pero ¿por qué se le tiene que estar dando voz a los homosexuales?”. La izquierda tiene también una larga tradición de servilismo ante el poderoso y de estigmatizar a sus críticos como vendidos o poleas de transmisión de oscuros intereses. Esta visión restrictiva de la libertad explica por qué estos grupos ven la realidad a través del prisma ideológico. Y ese prisma no sólo nos ofrece diferencia de matices, sino cromáticas y en muchos casos nos lleva a no ver la realidad misma.

Algo de esto se ha visto en algunas de las críticas al Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, que parecen más motivadas por las personas y las instituciones que lo firmaron que por el contenido mismo del acuerdo y sobre todo por la posibilidad de exigirnos a todos los firmantes que cumplamos con lo convenido. No puede ser que exijamos determinadas cosas y cuando las hacen (con quienes no simpatizamos) entonces critiquemos esas mismas cosas. En consecuencia, queda claro que la libertad de expresión y los méritos estarán siempre del lado de quienes simpatizo y nunca de los de enfrente. Pero como dijo Arafat, la paz no se hace con los amigos sino con los enemigos. Los grandes compromisos que cambian un país se dan cuando diferentes sensibilidades y líneas editoriales convienen que es prudente seguir nuevas pautas para la cobertura de los temas relacionados con la inseguridad pública.

Curzio, Leonardo. “La paradoja de la libertad de expresión” en El Universal, 4 de abril de 2011, consultado el 5 de abril de 2011, http://www.eluniversal.com.mx

martes, 29 de marzo de 2011

LA VIOLENCIA DE LOS MEDIOS

Con frecuencia, en la redacción de alguna noticia, el espectador se encuentra con huecos informativos frente a los cuales los reporteros o comentaristas no parecen inmutarse, a pesar de dar por buenas visiones que más pertenecen al imaginario popular que al dato duro. Esto, en el mejor de los casos: mención aparte merecen las parcialidades, omisiones y panfletos malogrados que una buena parte de nuestra prensa justifica llamándoles “periodismo comprometido”, donde poco importa si lo que se dice es comprobable o no, cierto o no, mientras el material se entregue con una indignación más posada que un billete de 25 pesos.

En el fondo lo que subyace es una absoluta falta de respeto a la inteligencia del espectador: el equivalente a decirle que, como no tiene juicio crítico, desde la atalaya de un podio se le dirá qué pensar, en qué creer y cómo dividir al mundo entre buenos y malos. El problema aquí es que el centro de la noticia deja de ser la realidad, presentándose en su lugar el periodista como un superstar que, al narrarla a su modo, la reinventa; sobra decir que, como hay gente para todo, éstos tienen su público, uno que devora con ansiedad cualquier complot alimentado por los lamentos de los siempre víctimas.

Por lo mismo, veo con recelo cualquier intento, bien o malintencionado, de “moderar” la realidad: me parece que, al final, debe ser el espectador quien juzgue cuál producto es bueno y cuál no. Sin embargo, no encuentro mayor problema en el llamado a discutir parámetros periodísticos que varios grupos de medios, incluido éste, han hecho, y llamarle al pacto —uno más entre una larga lista anterior de pactos, todos hasta ahora infructuosos quizá porque su intención ha sido más mercadotécnica que otra cosa— un conato de censura me parece un despropósito, uno más encaminado a colocar sus propias teorías conspiratorias en la agenda que a levantar dudas genuinas sobre la efectividad o la pertinencia del acuerdo y del ejercicio periodístico en tiempos del narco.

¿Que no es o que sí es deseable la sangre y la violencia en los medios? Si eso refleja fielmente a la realidad del país, no veo por qué no. Pero si la postura, a favor o en contra, es sólo una herramienta para vender desde notas hasta proyectos políticos, entonces no importa cuánta sangre pongamos o dejemos de poner, flaco servicio le estaremos haciendo al periodismo y al ciudadano común.



Garza, Roberta. “La violencia de los medios” en Milenio, México, martes 29 de marzo de 2011, consultado el 29 de marzo de 2011, http://impreso.milenio.com

martes, 22 de marzo de 2011

LAS FUKUSHIMAS POTENCIALES QUE DEBEMOS DESCARTAR

La Segunda Guerra Mundial se cerró con una matanza nuclear en Hiroshima y Nagasaki, supuestamente para acabar con todas las guerras e inaugurar un mundo de paz, después del intervalo de barbarie nazi-fascista. Pero el régimen nazi era hijo de las grandes empresas y de los monopolios alemanes aliados con los monopolios extranjeros y resultado del liberalismo y la otra expresión de éste –el imperialismo “democrático”– se vio de inmediato envuelto en el inútil intento de mantener por la guerra la barbarie colonialista. Eso originó las matanzas en Argelia, Túnez, Marruecos, Madagascar poco después de terminada la guerra mundial, la guerra de Indochina, la de Corea, las guerras provocadas por Inglaterra entre la India y Pakistán, la guerra contra la rebelión independentista argelina, las sucesivas guerras de conquista israelíes contra el mundo árabe, la guerra del Irak de Saddam Hussein, apoyado y alentado por Estados Unidos, contra la revolución iraní, los genocidios en el Congo y en Burundi apoyados por las potencias colonialistas y por Washington, la guerra de las Malvinas y las guerras de Afganistán y de Irak, sin contar las guerras menores, la guerra continua contra Cuba y las guerras de las dictaduras contra sus pueblos respectivos, como en Centroamérica, Chile, Argentina, Colombia.

El reinado prometido de la paz perpetua que ofrecía el capitalismo, en estos 65 años ha sido impuesto por la espantosa eliminación nuclear de Hiroshima y Nagasaki, ha estado marcado por continuas matanzas y agresiones imperialistas y se está cerrando con una nueva guerra colonialista e imperialista en África que es prolegómeno de conflictos aún más graves, y con un tremendo desastre nuclear nuevamente en Japón y con radiaciones de mucho mayor magnitud que las bombas A de 1945.

El capitalismo liberal y neoliberal es sinónimo de guerra y de destrucción del ambiente y de la sociedad pues utiliza la ciencia y la tecnología no al servicio de las necesidades de la humanidad y del bienestar general sino de la obtención de ganancias para los monopolios mediante un aumento continuo de la productividad.

La ciencia y la tecnología son hoy siervas del capital y el resultado son las gripes porcinas, las vacas locas, la gripe aviar, las fumigaciones aéreas sobre la soya que envenenan campos, ríos, enteras poblaciones. Las tecnologías inventadas para la guerra, como las utilizadas en la de Vietnam, son usadas hoy para la guerra contra el ambiente por el complejo militar-industrial-informático, que construye un mundo de pesadilla y lo presenta además como natural y como el único racional y posible.

Como dice el ecologista brasileño Carlos Walter, el mito de la dominación de la naturaleza es imposible, porque ésta se “rebela” y no se deja imponer las leyes y voluntades que los capitalistas imponen a sus científicos y técnicos. Japón, como California, está sobre grandes fallas y en los puntos de roce y choque entre las placas submarinas en movimiento. Sin embargo, Japón tiene 55 plantas atómicas y California, las de Diablo Canyon y San Onofre, que tienen más de 30 años. La confianza ciega en la tecnología y la fe anticientífica en la omnipotencia del saber humano, que puede construir edificios antisísmicos pero no dominarlo todo, llevaron al desastre de Fukushima porque las autoridades excluyeron un sismo de magnitud 8.9, desoyeron desde 2008 a la Organización Internacional de la Energía Atómica que recomendó el cierre de la central porque no podría resistir un sismo superior a 7 grados Richter y, además, desconocieron la posibilidad de que un tsunami pudiese ser tan grande y tan devastador. En Italia, otro país de terremotos constantes, a pesar de que en los años 90 tres referendos rechazaron la industria nuclear y de la experiencia de Fukushima, el gobierno de Berlusconi sigue por su parte con sus planes de construir una usina atómica en Umbria. La factura de la importación cada vez más cara de petróleo hace en efecto que los gobiernos se alíen con los empresarios de la industria nuclear o, como China, aumenten continuamente la contaminación ambiental mediante la combustión masiva de carbón.

El problema central reside en que la ciencia y la tecnología están en las manos de irresponsables que piensan sólo en costos y ganancias. La dependencia de la ciencia y de la tecnología de las grandes empresas debe ser remplazada urgentemente por una dependencia directa pero de la democracia a nivel local, regional, mundial. O sea, por una discusión sobre las opciones energéticas, científicas, tecnológicas que sea previa a la adopción de las mismas y en la que los técnicos, los científicos y la academia informen a la población para que ésta pueda decidir conscientemente qué hacer en su territorio, en vez de dejar que los capitalistas le cuelguen una espada de Damocles sobre la cabeza.

La población, no los empresarios soyeros, debe decidir qué se siembra, debe decidir si se sigue o no plantando granos para quemarlos como combustible, encareciendo así los alimentos y deforestando; debe decidir cómo se prepara desde ya la transición inevitable a otro modelo energético no dependiente de los combustibles fósiles ni de la peligrosísima industria nuclear. Debe decidir sobre la relación entre producción y ambiente del mismo modo que discute la asignación de los recursos presupuestarios. La supervivencia de la especie humana y de las demás especies, que está amenazada por la pesca sin límites, por la deforestación, por la contaminación, por las radiaciones, es algo demasiado grave como para dejarlo en manos de capitalistas que sólo piensan en el lucro o en “especialistas” inconscientes desde el punto de vista social y serviles ante las exigencias criminales de sus patrones. Hay que quitarle al capital la posibilidad de hacer guerra contra los pueblos y contra el ambiente.


Almeyra, Guillermo. “Las fukushimas potenciales que debemos descartar” en La Jornada, domingo 20 de marzo de 2011, consultado el 21 de marzo de 2011http://www.jornada.unam.mx

martes, 15 de marzo de 2011

EL MIEDO A LAS MATEMÁTICAS

México no está generando científicos suficientes para ponerse en un lugar siquiera modesto en la sociedad del conocimiento. Esto nos condena a seguir siendo dependientes de los avances de otros y consumidores pasivos de ciencia y tecnología. Mientras otras naciones saben ponerle valor agregado a sus productos, nosotros no contamos con los expertos para hacerlo, o los educamos para luego dejarlos florecer en otros países.

En el estudio “Prospectiva México Visión 2030” del Foro Consultivo Científico y Tecnológico se prevé que para 2015 México tendrá sólo 8% de jóvenes en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), pero para el año 2030 sólo serán 3% los jóvenes aspirantes a una carrera en investigación.

De los escasos jóvenes que se doctoran, nada más una tercera parte ingresa al SNI debido a que la mayoría de ellos no obtienen un trabajo en México que les permita continuar activos en el terreno de la investigación. Tampoco hay financiamientos suficientes hacia el sector, lo que desestimula que más estudiantes se dediquen a la ciencia de tiempo completo.

Pudiera pensarse que el problema se reduce exclusivamente a que no hay recursos para invertir en ciencia, pero esto sólo es un síntoma más de una crisis estructural, que se arrastra desde la base del sistema educativo en el que no se ha sabido inculcar entusiasmo en los estudiantes por las ciencias exactas.

Los alumnos mexicanos, en general, temen a las matemáticas, la física o la biología, prejuicios que arrastran por todo el ciclo escolar hasta llegar a la universidad, donde se aprecia una sobredemanda de carreras humanísticas, generadora de empleados orientados al sector de los servicios, con sueldos y empleos a la baja.

Este fin de semana, la directora del Instituto Politécnico Nacional (IPN) Yoloxóchitl Bustamante, dijo que es necesario un cambio en el IPN y en otras instituciones de educación superior, para que las matemáticas “sean un lenguaje que nuestros jóvenes busquen”.

Urge un andamiaje de docencia científica, en el que participen todas las instituciones educativas, públicas y privadas, más la industria que echa mano de la ciencia y la tecnología en sus procesos para cultivar una generación de jóvenes que desarrolle las investigaciones, los descubrimientos, los inventos y las patentes mexicanas del futuro. No invertir en esto sería suicidarnos como país y dejar que otros decidan por nosotros.

Editorial. “El miedo a las matemáticas” en El Universal, martes 15 de marzo de 2011, consultado el 15 de marzo de 2011, http://www.eluniversal.com.mx/