martes, 29 de marzo de 2011

LA VIOLENCIA DE LOS MEDIOS

Con frecuencia, en la redacción de alguna noticia, el espectador se encuentra con huecos informativos frente a los cuales los reporteros o comentaristas no parecen inmutarse, a pesar de dar por buenas visiones que más pertenecen al imaginario popular que al dato duro. Esto, en el mejor de los casos: mención aparte merecen las parcialidades, omisiones y panfletos malogrados que una buena parte de nuestra prensa justifica llamándoles “periodismo comprometido”, donde poco importa si lo que se dice es comprobable o no, cierto o no, mientras el material se entregue con una indignación más posada que un billete de 25 pesos.

En el fondo lo que subyace es una absoluta falta de respeto a la inteligencia del espectador: el equivalente a decirle que, como no tiene juicio crítico, desde la atalaya de un podio se le dirá qué pensar, en qué creer y cómo dividir al mundo entre buenos y malos. El problema aquí es que el centro de la noticia deja de ser la realidad, presentándose en su lugar el periodista como un superstar que, al narrarla a su modo, la reinventa; sobra decir que, como hay gente para todo, éstos tienen su público, uno que devora con ansiedad cualquier complot alimentado por los lamentos de los siempre víctimas.

Por lo mismo, veo con recelo cualquier intento, bien o malintencionado, de “moderar” la realidad: me parece que, al final, debe ser el espectador quien juzgue cuál producto es bueno y cuál no. Sin embargo, no encuentro mayor problema en el llamado a discutir parámetros periodísticos que varios grupos de medios, incluido éste, han hecho, y llamarle al pacto —uno más entre una larga lista anterior de pactos, todos hasta ahora infructuosos quizá porque su intención ha sido más mercadotécnica que otra cosa— un conato de censura me parece un despropósito, uno más encaminado a colocar sus propias teorías conspiratorias en la agenda que a levantar dudas genuinas sobre la efectividad o la pertinencia del acuerdo y del ejercicio periodístico en tiempos del narco.

¿Que no es o que sí es deseable la sangre y la violencia en los medios? Si eso refleja fielmente a la realidad del país, no veo por qué no. Pero si la postura, a favor o en contra, es sólo una herramienta para vender desde notas hasta proyectos políticos, entonces no importa cuánta sangre pongamos o dejemos de poner, flaco servicio le estaremos haciendo al periodismo y al ciudadano común.



Garza, Roberta. “La violencia de los medios” en Milenio, México, martes 29 de marzo de 2011, consultado el 29 de marzo de 2011, http://impreso.milenio.com

martes, 22 de marzo de 2011

LAS FUKUSHIMAS POTENCIALES QUE DEBEMOS DESCARTAR

La Segunda Guerra Mundial se cerró con una matanza nuclear en Hiroshima y Nagasaki, supuestamente para acabar con todas las guerras e inaugurar un mundo de paz, después del intervalo de barbarie nazi-fascista. Pero el régimen nazi era hijo de las grandes empresas y de los monopolios alemanes aliados con los monopolios extranjeros y resultado del liberalismo y la otra expresión de éste –el imperialismo “democrático”– se vio de inmediato envuelto en el inútil intento de mantener por la guerra la barbarie colonialista. Eso originó las matanzas en Argelia, Túnez, Marruecos, Madagascar poco después de terminada la guerra mundial, la guerra de Indochina, la de Corea, las guerras provocadas por Inglaterra entre la India y Pakistán, la guerra contra la rebelión independentista argelina, las sucesivas guerras de conquista israelíes contra el mundo árabe, la guerra del Irak de Saddam Hussein, apoyado y alentado por Estados Unidos, contra la revolución iraní, los genocidios en el Congo y en Burundi apoyados por las potencias colonialistas y por Washington, la guerra de las Malvinas y las guerras de Afganistán y de Irak, sin contar las guerras menores, la guerra continua contra Cuba y las guerras de las dictaduras contra sus pueblos respectivos, como en Centroamérica, Chile, Argentina, Colombia.

El reinado prometido de la paz perpetua que ofrecía el capitalismo, en estos 65 años ha sido impuesto por la espantosa eliminación nuclear de Hiroshima y Nagasaki, ha estado marcado por continuas matanzas y agresiones imperialistas y se está cerrando con una nueva guerra colonialista e imperialista en África que es prolegómeno de conflictos aún más graves, y con un tremendo desastre nuclear nuevamente en Japón y con radiaciones de mucho mayor magnitud que las bombas A de 1945.

El capitalismo liberal y neoliberal es sinónimo de guerra y de destrucción del ambiente y de la sociedad pues utiliza la ciencia y la tecnología no al servicio de las necesidades de la humanidad y del bienestar general sino de la obtención de ganancias para los monopolios mediante un aumento continuo de la productividad.

La ciencia y la tecnología son hoy siervas del capital y el resultado son las gripes porcinas, las vacas locas, la gripe aviar, las fumigaciones aéreas sobre la soya que envenenan campos, ríos, enteras poblaciones. Las tecnologías inventadas para la guerra, como las utilizadas en la de Vietnam, son usadas hoy para la guerra contra el ambiente por el complejo militar-industrial-informático, que construye un mundo de pesadilla y lo presenta además como natural y como el único racional y posible.

Como dice el ecologista brasileño Carlos Walter, el mito de la dominación de la naturaleza es imposible, porque ésta se “rebela” y no se deja imponer las leyes y voluntades que los capitalistas imponen a sus científicos y técnicos. Japón, como California, está sobre grandes fallas y en los puntos de roce y choque entre las placas submarinas en movimiento. Sin embargo, Japón tiene 55 plantas atómicas y California, las de Diablo Canyon y San Onofre, que tienen más de 30 años. La confianza ciega en la tecnología y la fe anticientífica en la omnipotencia del saber humano, que puede construir edificios antisísmicos pero no dominarlo todo, llevaron al desastre de Fukushima porque las autoridades excluyeron un sismo de magnitud 8.9, desoyeron desde 2008 a la Organización Internacional de la Energía Atómica que recomendó el cierre de la central porque no podría resistir un sismo superior a 7 grados Richter y, además, desconocieron la posibilidad de que un tsunami pudiese ser tan grande y tan devastador. En Italia, otro país de terremotos constantes, a pesar de que en los años 90 tres referendos rechazaron la industria nuclear y de la experiencia de Fukushima, el gobierno de Berlusconi sigue por su parte con sus planes de construir una usina atómica en Umbria. La factura de la importación cada vez más cara de petróleo hace en efecto que los gobiernos se alíen con los empresarios de la industria nuclear o, como China, aumenten continuamente la contaminación ambiental mediante la combustión masiva de carbón.

El problema central reside en que la ciencia y la tecnología están en las manos de irresponsables que piensan sólo en costos y ganancias. La dependencia de la ciencia y de la tecnología de las grandes empresas debe ser remplazada urgentemente por una dependencia directa pero de la democracia a nivel local, regional, mundial. O sea, por una discusión sobre las opciones energéticas, científicas, tecnológicas que sea previa a la adopción de las mismas y en la que los técnicos, los científicos y la academia informen a la población para que ésta pueda decidir conscientemente qué hacer en su territorio, en vez de dejar que los capitalistas le cuelguen una espada de Damocles sobre la cabeza.

La población, no los empresarios soyeros, debe decidir qué se siembra, debe decidir si se sigue o no plantando granos para quemarlos como combustible, encareciendo así los alimentos y deforestando; debe decidir cómo se prepara desde ya la transición inevitable a otro modelo energético no dependiente de los combustibles fósiles ni de la peligrosísima industria nuclear. Debe decidir sobre la relación entre producción y ambiente del mismo modo que discute la asignación de los recursos presupuestarios. La supervivencia de la especie humana y de las demás especies, que está amenazada por la pesca sin límites, por la deforestación, por la contaminación, por las radiaciones, es algo demasiado grave como para dejarlo en manos de capitalistas que sólo piensan en el lucro o en “especialistas” inconscientes desde el punto de vista social y serviles ante las exigencias criminales de sus patrones. Hay que quitarle al capital la posibilidad de hacer guerra contra los pueblos y contra el ambiente.


Almeyra, Guillermo. “Las fukushimas potenciales que debemos descartar” en La Jornada, domingo 20 de marzo de 2011, consultado el 21 de marzo de 2011http://www.jornada.unam.mx

martes, 15 de marzo de 2011

EL MIEDO A LAS MATEMÁTICAS

México no está generando científicos suficientes para ponerse en un lugar siquiera modesto en la sociedad del conocimiento. Esto nos condena a seguir siendo dependientes de los avances de otros y consumidores pasivos de ciencia y tecnología. Mientras otras naciones saben ponerle valor agregado a sus productos, nosotros no contamos con los expertos para hacerlo, o los educamos para luego dejarlos florecer en otros países.

En el estudio “Prospectiva México Visión 2030” del Foro Consultivo Científico y Tecnológico se prevé que para 2015 México tendrá sólo 8% de jóvenes en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), pero para el año 2030 sólo serán 3% los jóvenes aspirantes a una carrera en investigación.

De los escasos jóvenes que se doctoran, nada más una tercera parte ingresa al SNI debido a que la mayoría de ellos no obtienen un trabajo en México que les permita continuar activos en el terreno de la investigación. Tampoco hay financiamientos suficientes hacia el sector, lo que desestimula que más estudiantes se dediquen a la ciencia de tiempo completo.

Pudiera pensarse que el problema se reduce exclusivamente a que no hay recursos para invertir en ciencia, pero esto sólo es un síntoma más de una crisis estructural, que se arrastra desde la base del sistema educativo en el que no se ha sabido inculcar entusiasmo en los estudiantes por las ciencias exactas.

Los alumnos mexicanos, en general, temen a las matemáticas, la física o la biología, prejuicios que arrastran por todo el ciclo escolar hasta llegar a la universidad, donde se aprecia una sobredemanda de carreras humanísticas, generadora de empleados orientados al sector de los servicios, con sueldos y empleos a la baja.

Este fin de semana, la directora del Instituto Politécnico Nacional (IPN) Yoloxóchitl Bustamante, dijo que es necesario un cambio en el IPN y en otras instituciones de educación superior, para que las matemáticas “sean un lenguaje que nuestros jóvenes busquen”.

Urge un andamiaje de docencia científica, en el que participen todas las instituciones educativas, públicas y privadas, más la industria que echa mano de la ciencia y la tecnología en sus procesos para cultivar una generación de jóvenes que desarrolle las investigaciones, los descubrimientos, los inventos y las patentes mexicanas del futuro. No invertir en esto sería suicidarnos como país y dejar que otros decidan por nosotros.

Editorial. “El miedo a las matemáticas” en El Universal, martes 15 de marzo de 2011, consultado el 15 de marzo de 2011, http://www.eluniversal.com.mx/

martes, 8 de marzo de 2011

MUJERES: AGRESIONES Y REZAGOS INACEPTABLES

A cien años de la primera celebración del Día Internacional de la Mujer, la realidad en México es que la inmensa mayoría de ellas sigue padeciendo los efectos de una cultura machista que minimiza a la mujer, que le regatea el acceso a la educación y al trabajo, que le ofrece menor retribución en trabajos iguales, que la convierte en mercancía sexual y en permanente sujeto de agresiones.

De los poco más de 112 millones de habitantes de México contabilizados por el Censo de Población y Vivienda 2010, más de 57 millones son mujeres. Por ellas, en esta fecha hay que reflexionar sobre lo que falta por hacer en materia de género en nuestro país.

Según el Censo, la participación de las mujeres en la economía nacional es de 33 por ciento, proporción que se reduce en las poblaciones más pequeñas: a 28.8 en las comunidades de menos de 15 mil habitantes, y a 17 en las de menos de 2 mil 500.

La violencia contra las mujeres es una constante en una sociedad cuya cultura sigue siendo discriminatoria y que otorga al hombre poder y privilegios de género. Cotidiana, y casi siempre silenciosa o acallada, la violencia intrafamiliar y social escapa a la estadística, pero hay esfuerzos que han logrado dimensionarla:

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Usuarios de los Servicios de Salud, 90 por ciento de las mujeres encuestadas dijo padecer agresión psicológica; física, 44; sexual, 32; y 21 por ciento los tres tipos de violencia.

En 2006 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reveló que en 2005 se registraron 2 mil 159 fallecimientos de mujeres por violencia intrafamiliar. En ese año, el número de muertes causadas por el crimen organizado fue de mil 776. Las entidades con mayor violencia intrafamiliar son Oaxaca, Quintana Roo, Puebla, Tlaxcala y Distrito Federal.

Por su parte, el Instituto Nacional de las Mujeres reporta que cada 35 minutos recibe una llamada de denuncia por violencia doméstica.

Según la comisión especial para conocer y dar seguimiento a las investigaciones relacionadas con feminicidios en México, de 1999 a 2005 fueron asesinadas 6 mil mujeres en 10 estados del país. Alarmante la cifra, seguramente está por debajo de la real, pues dada las dificultades para registrar lo que ocurre, la cifra negra bien podría triplicar, al menos, este número. Cuando un país no es capaz de reducir sus cifras de violencia doméstica y social, éstas adquieren carácter de violencia institucionalizada.

De acuerdo con un estudio de la Cámara de Diputados, que corresponde a distintos periodos, que van de 2000 a 2005, en diversos estados se registraron altos índices de feminicidios, lo cual implica que este no es un fenómeno localizado o exclusivo, sino que tiene una alta presencia en varias entidades, entre los que destacan Baja California, Chiapas, Chihuahua, Distrito Federal, Estado de México, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Sonora, y Veracruz.

Lamentablemente, la década 2001-2010 nos remite a agresiones y delitos que deberían estar superados: hay abusos de niñas, robo de infantes, trata de personas, discriminación, marginación, acoso sexual en centros de trabajo y lugares públicos, ataques verbales y físicos en escuelas; revictimización de mujeres violadas y maltratadas por parte de quienes debieran procurarles justicia, y prácticamente todas las formas de discriminación y abuso, a pesar de tratados internacionales y avances legislativos.

Bienvenidos los logros de mujeres que han podido hacerse de un lugar reconocido en la vida política, económica, cultural, social y empresarial del país. Muchas, muchísimas más, también son las que discreta y cotidianamente construyen desde su trabajo, fuera o dentro del hogar, el México generoso y productivo al que aspiramos.

No obstante, falta mucho por hacer para que todas las niñas tengan acceso a la educación, todas las mujeres cuenten con igualdad de derechos en los empleos, todas las mujeres sean amparadas por la justicia y todas gocen del derecho a la no discriminación.

Lamentablemente, el principio constitucional que establece que “el varón y la mujer son iguales ante la ley” sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país.


Farah, Mauricio. “Mujeres: agresiones y rezagos inaceptables” en Milenio, 8 de marzo de 2011, consultado el 8 de marzo de 2011, http://impreso.milenio.com

martes, 1 de marzo de 2011

2011 ES 1968

Existe un contexto que hace posible una proliferación de movilizaciones en el mundo a la manera en que la ola de rebeldía juvenil se expandió hace 43 años desde la Polonia comunista, la Francia republicana y el México autoritario. Tres son factores claves. El maltrato a los jóvenes, sujetos a las más altas tasas de desempleo, la violencia y una expectativa sumamente pesimista de progreso y movilidad social. Una insultante desigualdad entre un puñado de muy ricos y amplias masas en condiciones graves de pobreza. La revolución de las telecomunicaciones –tanto en televisión, cine y radio como en las redes sociales– que ha generado varias rupturas en términos de distancias geográficas, de tiempo real y de acceso a la información.

La interacción de estos tres factores es evidente. Jóvenes de todas partes del mundo descubren que su condición de falta de oportunidades existe lo mismo en países desarrollados que en vías de desarrollo, en regímenes autoritarios que en democráticos, en occidente que en oriente. Al mismo tiempo, observan a través de esos medios de comunicación la riqueza insultante de unos cuantos y su despliegue publicitario. Varios programas de televisión o revistas de sociales que ensalzan la vida dispendiosa son mejores catalizadores de rebeldías sociales que cualquier manifiesto comunista. El contexto político y cultural para las explosiones sociales es éste. Hay desde luego factores aceleradores, como la crisis financiera, el desempleo estructural, la aguda crisis de alimentos, la mediocridad y corrupción de las clases políticas. Pero, sobre todo, están presentes de manera relevante los itinerarios específicos de las resistencias populares en cada país, en cada sociedad.

No sólo las condiciones de miseria y de opresión explican las movilizaciones en Túnez y Egipto. Hay una gran cantidad de pequeños movimientos, actos de protesta, represiones en pequeña escala y muchas formas de agravio a los ciudadanos, particularmente los jóvenes. Dada la escala de esos acontecimientos, rara vez logran ser noticia en los medios tradicionales, sobre todo cuando existen restricciones a la liberta de expresión. Es imposible entender las presentes insurgencias sin ese mapa oculto –a los ojos de gobernantes y sus servicios de seguridad– que traza la ruta de los agravios y destacadamente del aprendizaje social de los pueblos para enfrentarse a sus opresores.

Así, por ejemplo, el Movimiento 6 de abril, un grupo de jóvenes clave en la revolución egipcia, surgió como consecuencia de una huelga textil hace algunos años. Ver en Youtube www.youtube.com/watch?v=QrNz0dZgqN8

Slim Amamou, blogero tunecino arrestado unos días y luego nombrado ministro de la juventud del gobierno provisional, señala que hacía años se venían preparando en la red.

Carlos Monsiváis decía que quienes se movilizaban habrían de vencer tres obstáculos: El de la apatía, que es la principal barrera entre el ciudadano que se siente agraviado pero que no está dispuesto a actuar contra esa situación. El miedo al ridículo, al qué dirán, y el miedo frente a las medidas que el régimen puede y ha tomado contra disidentes.

Se tiende a creer que los regímenes políticos son indestructibles. Las movilizaciones en gran escala diluyen esa creencia, pero el costo en vidas es alto –más de 300 muertes en la insurgencia egipcia.

Lo que ha ocurrido hasta hoy en Egipto y en Túnez ha sido un autogolpe militar en las alturas y una rebelión popular en la base. Las movilizaciones después de un triunfo político se multiplican en el ámbito de las demandas sociales y los interinatos se mueven lentamente hacia las reformas políticas. Aquí hay dos factores cruciales: la claridad estratégica del grupo dirigente para ceder y ampliar su base de apoyo, y la paciencia estratégica del liderazgo opositor para modular la presión social.

Gordillo, Gustavo. “2011 es 1968” en La Jornada, México, sábado 19 de febrero de 2011, consultada el 27 de febrero de 2011, http://www.jornada.unam.mx